¿El entrenador o el equipo? Lo que verdaderamente está mal en un gobierno
Varias y variadas reacciones generó mi colaboración pasada, en la que abordé unos dichos del presidente Andrés Manuel López Obrador relacionados con que el gobierno no es de una sola persona.
Cité lo dicho por el presidente, entre ello, que “No es fácil, no es fácil contar con cuadros para el servicio público. Otro daño que causaron los neoliberales fue que se dejaron de formar cuadros para la administración pública y para la política, entonces no hay buenos servidores públicos, no es fácil, mujeres y hombres, entonces por eso hay que darles mucha oportunidad a los jóvenes y dedicar tiempo a la formación de jóvenes, porque también en eso se perjudicó mucho”.
Cerré la colaboración afirmando que “El servidor público está en formación permanente. No hay temáticas inacabadas en el gobierno y continuar estudiando -formal o informalmente- es un imperativo para los servidores públicos. Y en esa formación, la combinación de la idea de política en un gobierno, aderezada y fortalecida por la capacitación técnica, dotará de mayores herramientas para la eficiencia gubernamental y que, en efecto, cada servidor público sume positivamente al conjunto, porque ciertamente gobernar no es cuestión de una sola persona: es cuestión de un gran, solvente, preparado, comprometido, creyente, disciplinado, capacitado, entregado, honesto, leal y sensible equipo”.
Las reacciones fueron diversas; hubo quien me comentó que no había claridad en la formación del capital humano en la administración pública; hubo quien me dijo que la burocracia era obsoleta, floja y sin empatía; hubo quien me decía que la culpa era de los partidos por no tener perfiles idóneos y no formar cuadros; hubo quien me dijo que en Zacatecas y en muchos lugares, “los cartuchos están muy quemados”; hubo quien me dijo “suena tan hueco […] que están preparando jóvenes con mística […] y sí, siempre que llega un gobernante hay decepción entre los colaboradores de primer nivel […] La otra (me faltó alguna precisión) cuando el gabinete del gobernante decepciona”.
Pero hubo también quien me mandó un discurso del magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia, el Dr. Arturo Nahle, y a partir de ahí se terminó de configurar la idea de esta colaboración.
El colmilludo leguleyo riograndense dijo que “[en 2024] iremos nuevamente a las urnas; otra vez al pleito; otra vez a las miles de promesas que no se cumplen; otra vez a la demagogia y el populismo; otra vez al derroche majadero; otra vez a encumbrar políticos diminutos que al amparo de los recursos públicos se ofertan como los magos que en cinco minutos resolverán nuestros añejos problemas estructurales”. Y ahí está el origen de muchos males: encumbrar a políticos diminutos.
Los ciudadanos no participamos en las cosas públicas ni anticipamos consecuencias de ello. En promedio, solo poco más del cincuenta por ciento de las personas que estamos en condiciones de votar lo hacemos. No tenemos la formación, creencia y convicción de actuar ante una situación que a todas luces puede tener consecuencias funestas desde el gobierno.
Encumbrar a “políticos diminutos” nos ha costado no caro, sino carísimo, y es una semilla cancerosa que representa una falla estructural en el futuro. A ello agréguele la malísima formación y desempeño de los funcionarios de primer y segundo nivel, y su conformación de equipos.
La falla mayor es del entrenador, hablando en términos deportivos. Independientemente de la disciplina deportiva de conjunto que le venga a la mente, no es viable armar un equipo de la nada (sí es posible; no es recomendable), haciendo que un ajedrecista se convierta en centro delantero o que un golfista se haga pitcher. Así no funcionan las cosas en el gobierno, pues el nivel de responsabilidad y de especialización en varias áreas es un factor primordial para delegar una responsabilidad pública.
Aquí lo preocupante es cuando el entrenador ni siquiera fue jugador, ya no digamos “buen jugador”. Ha pasado en muchas ocasiones que hay quienes participaron del beisbol un ratito porque se pusieron un guante o manilla, y creen que ya conocen todo, es decir, sienten que pueden pichar, cachar, batear, correr. Y no es así la realidad; hay quienes de jugar en un equipo llanero o amateur se quieren ir a entrenar a equipos de primer nivel, y cuando eso llega a suceder -porque se gana el cariño y la confianza de los seguidores del equipo (en México todo es posible, ¿no?)-, los resultados son funestos.
El problema no es ese, es decir, que alguien quiera dirigir un equipo. El problema mayor es que el entrenador no esté al día, no refleje carácter, conocimiento, compromiso, responsabilidad, sapiencia, sabiduría y valor. El problema se decanta en no estar al día, no estudiar, no leer, no cuestionar, no analizar, no revisar, no contrastar, no estar al frente de la tropa y no dar la cara en situaciones complejas.
Ese problema del gobernante es que el resto del equipo, ante las fallas del entrenador, lo emulan o remedan, es decir, asemejan la conducta irresponsable, sin compromiso, desdichada y vergonzosa, con un bajísimo nivel de rendimiento con consecuencias desastrosas.
Eso es pleno y claro reflejo de una absoluta falta de apego a la responsabilidad gubernamental, es decir, no hay empatía con el pueblo ni hay identidad con el gobierno en el que participan, solo reflejan su necesidad de tener una posición de poder por el poder y de ahí que, como dijo el magistrado Nahle, vayamos “nuevamente a las urnas; otra vez al pleito; otra vez a las miles de promesas que no se cumplen; otra vez a la demagogia y el populismo” porque eso vende, pero no resuelve los problemas. Pero por el hueso, para muchos vale la pena la aporreada y la ignominia…