Art Decó en Zacatecas
Cuenta la leyenda -o más bien las fotografías- que en la avenida Hidalgo existía un edificio de corte modernista que emulaba las más vanguardistas fachadas art decó que se pusieron tan de moda en la década de los 20 y 30 del siglo pasado en todo el mundo.
Se trataba del Banco Mercantil de Zacatecas, un edificio de granito en tonos neutros que se levantaba soberbio y moderno en medio de varias casonas edificadas en el siglo anterior. Tenía una gran puerta de granito gris por donde ingresaban los clientes de la entidad financiera, desde donde salían alegres o compungidos, según el caso y sus deudas.
Su fachada, desnuda de cualquier elemento ornamental, se bastaba a sí misma con la proyección de una elegancia que buscaba contradecir a los estilos arquitectónicos anteriores: harta de la excesiva decoración o del historicismo de otras construcciones, desarrollaba un lenguaje sencillo, llano, de líneas rectas y un afán de modernidad.
Así era el llamado Art Decó, un estilo artístico que permeó principalmente en el diseño y en la arquitectura en el periodo de entreguerras dándole una cara de modernidad cosmopolita a urbes como Nueva York. En la Ciudad de México tenemos varios ejemplos de este estilo: los podemos observar en los interiores del Palacio de Bellas Artes o en la fachada del edificio “La Nacional”, mejor conocido como el Sears de Eje Central, por mencionar algunos, aunque la lista sea larga.
En Aguascalientes, León, Puebla, Monterrey, Guadalajara y prácticamente en todo el país, aún son visibles algunas casas o negocios que quisieron dar el toque urbano y progresista a sus respectivos entornos con fachadas o elementos art decó.
Pues bien, esta portada ahora desaparecida, nos recuerda que Zacatecas no fue la excepción, que nuestra ciudad colonial transcurrió los siglos con una adaptación natural a los nuevos estilos constructivos, las modas y las preferencias de sus habitantes, aunque en el fondo, institucionalizamos la imagen de ciudad colonial.
La fachada art decó del Banco Mercantil también fue residencia de Federico Sescosse, quien en su afán por homogeneizar el paisaje urbano de Zacatecas, la demolió para sustituirla por otra de diseño propio que “fuera más acorde a la fisonomía de la ciudad”. El resultado fue una casona de apariencia historicista, que recuperó elementos del barroco y el neoclásico en conjunción con las formas arquitectónicas visibles en calle y otras construcciones, la cual tiene hasta la fecha. Y es que en la segunda mitad del siglo pasado, los gestores del patrimonio arquitectónico de la ciudad abogaron por una “institucionalización” del paisaje urbano colonial de Zacatecas, en la que se buscó que las calles, callejones, plazas y plazuelas mostraran una apariencia novohispana que, años después, le valió el reconocimiento de ciudad patrimonio de la humanidad.
Evidentemente este tipo de decisiones protegieron nuestro patrimonio más antiguo de posteriores remodelaciones desafortunadas y destrucciones, pero redujo al olvido -en el mejor de los casos- a ejemplos de edificaciones más contemporáneas que hoy, a cien años de distancia, también son parte de ese tránsito de la ciudad por la historia y las vicisitudes de los tiempos.
También nos hizo creer que nuestra ciudad fue inmune al paso del tiempo, como si nos hubiésemos quedado en el porfiriato y nada más se hubiese construido después. Un paseo atento por nuestro centro histórico nos demostrará que hay una conjunción interesante de estilos y tiempos en cada calle, aunque hablemos de “ciudad colonial”.
Esa fachada modernista se perdió para siempre, pero ejemplos de este estilo y de otros que protagonizaron el siglo veinte también se encuentran en casas y edificios de calles como la Genaro Codina, Fernando Villalpando, la colonia Sierra de Álica y la avenida González Ortega.
No obstante, entre las lagunas legales que dejan en el limbo a todas aquellas construcciones posteriores al siglo XX y la propia delimitación de la zona protegida como Patrimonio Cultural, fachadas de estilos vanguardistas pueden quedar desamparadas ante modificaciones posteriores. Como se ve, el dilema entre conservación y modernidad siempre ha estado presente, solo no dejemos que desaparezcan los ecos de otros tiempos que por más cercanos, no son menos importantes.