Sobre el miedo a perder el nombramiento
Después de la fatídica marcha del 8M por las calles de Zacatecas (fatídica por la violenta represión y la tibia respuesta de las autoridades), las huellas de las inconformidades quedaron plasmadas en la cantera rosa de varios monumentos de la ciudad.
Como era de esperarse, esto atrajo muchas críticas por parte de varios sectores de la población y por las autoridades que velan por el patrimonio, quienes consideraron que las pintas, sellos, calcas, stickers y demás, tendrán un costo más que económico; podrían incluso provocar la pérdida del nombramiento de ciudad patrimonio. ¿Pero en realidad es así?
Para responderlo quisiera rescatar un hecho que se posiciona como la peor pesadilla de todas aquellas ciudades reconocidas por la UNESCO por su valor excepcional universal.
En 2021 el puerto de Livepool perdió el nombramiento de Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Para algunos fue el acabose de todo un esfuerzo encaminado a fortalecer el turismo en esta zona portuaria; para otros fue apenas un lapsus en la historia moderna de la ciudad que se siente segura al ofrecer dos de los aspectos más exitosos para el mundo del entretenimiento: futbol y el origen de una mítica banda, The Beatles.
Sin embargo, el aprendizaje y la advertencia quedó para muchas otras ciudades que, como el puerto inglés, descuidaron o descuidan el tema del patrimonio. La cosa no ocurrió porque sus edificios no se remozaran o porque la cantera de sus principales construcciones no se limpiara rápidamente después de una marcha; el nombramiento se retiró porque el crecimiento normal y esperado de la ciudad, no tuvo en cuenta cuestiones paisajísticas y urbanísticas que hacían del puerto un lugar con características únicas de ser conservadas.
La UNESCO mencionó en aquel entonces que “el desarrollo urbanístico en la zona supone una pérdida de cualidades irreversible”, ya que hubo un desarrollo en la zona céntrica y en sus alrededores que incluyó edificios que no correspondían en nada al “aura” histórica que le daba autenticidad e integridad a la ciudad.
Edificios modernos que parecían interponerse entre la visión de otras joyas arquitectónicas de los siglos 18 y 19, parecían dar al traste con la imagen que por siglos fue conformando al puerto.
En pocas palabras, alteraba el paisaje urbano histórico, un concepto que en los últimos años se ha puesto como un factor fundamental en la gestión y protección de todas las ciudades con valores patrimoniales a proteger.
El paisaje urbano histórico no solo tiene que ver con la manera en que los monumentos, los edificios, las calles y los espacios públicos se funden entre un conjunto de calles y vialidades, también tiene que ver con la inclusión de los aspectos naturales que les rodean y con la manera en que nosotros como habitantes percibimos todo aquello.
Dentro de esta perspectiva, los valores simbólicos que le damos a lo que observamos, sentimos e incluso escuchamos de nuestra ciudad, se vuelve valioso para su desarrollo. En este sentido, no se prohíbe el crecimiento o el estancamiento de la ciudad, en un espacio que, como si fuera un museo, no se modificase.
Por el contrario, se anima a buscar las formas en que las necesidades contemporáneas se subsanen de manera que se integren con las soluciones del pasado, en un crecimiento urbano que entonces integraría varias temporalidades y redes de significado, pero esto sin alterar por completo los valores paisajísticos originales.
Recupero lo anterior por la preocupación surgida en torno a la vulneración de los muros en las últimas marchas. Estos se limpiarán y no peligrará en ningún momento nuestro reconocimiento como una ciudad de valores universales excepcionales.
Lo que considero que sí se debería tomar en cuenta, es cómo el proyecto del viaducto elevado afectará el paisaje urbano histórico de la ciudad, ya que se encontrará en la zona de amortiguamiento (zona que rodea al centro) y debe, sí o sí, embonar armónicamente con lo ya existente, en términos urbanísticos y paisajísticos, si no queremos replicar la historia del antiguo puerto de Liverpool.
De igual manera, la experiencia de Plaza de Armas debería recordarnos que las voces ciudadanas tienen que ser escuchadas, pues la protección y defensa del patrimonio es asunto de todos.