Ramón, otra vez
En esta tradicional semana velardeana, vuelvo a preguntar: ¿Cuánto recorrió el joven treintañero Ramón, tan campechano y comunicativo, tan analista? ¿Cuánto recorrió entre el casi verano de 1888 y junio de 1921?: fueron 33 años y 4 días.
Vivió cientos de tránsitos: se impuso el ferrocarril para construir el país, y lo impactó; el cine apareció para imaginar y hacer diferente las sociabilidades del teatro de su adolescencia y la oscuridad civilizada de las salas de los cinematógrafos.
En abril de 1921, la revista El maestro publicó “Novedad de la Patria”. Allí Ramón dijo: “Bebiendo la atmósfera de su propio enigma, la nueva patria no cesa de solicitarnos con su voz ronca, pectoral. El descuido y la ira, los dos enemigos del amor, nada pueden ni intentan contra la pródiga. Únicamente quiere entusiasmo. Admite de comensales a los sinceros, con un solo grado de sinceridad. En los modales con que llena nuestra copa, no varía tanto que parezca descastada, ni tan poco que fatigue; siempre estamos con ella en los preliminares, a cualquiera hora oficial o astronómica”.
Cuando escribió y le publicaron eran tiempos de necesaria reflexión, porque una vez que los conflictos acallaron, las instituciones se proyectaban: la patria, dijo: “Únicamente quiere entusiasmo”.
Ramón fue educado en la tierra adentro: Jerez y la imponente mirada de su infancia, con la resonancia del templo, el escritorio paternal y el jardín; Zacatecas y la explosión de la traducción que exigió palabras necesarias para reconstruir lo dicho por griegos y latinos; Aguascalientes y la formación de amistades sin provincia mental; San Luis Potosí y la procuración de la libertad, siendo un león a punto de ser un ciudadano de la República.
La obra maestra, la pregunta de su vida, la bifurcó: ¿matrimonio, paternidad, docencia, escritura literaria, colaboración política, vivir con pedimento o ejercer las inquietudes de un tigre enjaulado? Al final casi todo lo realizó. El jerezano hizo la capital del país por contraste; cuestionó la obligación del matrimonio y la procreación biológica; dio clases de literatura y dejó los bufetes –adiós a los conflictos de otros para resolver los propios-; escribió poesía y renunció a los expedientes de la justicia.
Él, como otros jerezanos, indicó que el hemisferio se puede contemplar desde aquí [poema “Mi villa”]; pero también es importante abrir la observación. De Jerez dijo tanto, que hizo una representación de la patria. Vuelvo a “Novedad de la Patria”:
“El descanso material del país, en treinta años de paz, coadyuvó a la idea de una patria pomposa, multimillonaria, honorable en el presente y epopéyica en el pasado. Han sido precisos los años del sufrimiento para concebir una patria menos externa, más modesta y probablemente más preciosa […] Correlativamente, nuestro concepto de la patria es hoy hacia dentro. Las rectificaciones de la experiencia, contrayendo a la justa medida la fama de nuestras glorias sobre españoles, yanquis y franceses, y la celebridad de nuestro republicanismo, nos han revelado una patria, no histórica ni política, sino íntima”.
La cuestión auditiva tiene singularidades. En las campanas tuvo los sonidos que marcaban los tiempos seculares y los provenientes de las sacristías. Las aves de jaula y las del jardín le advirtieron la libertad ante “las ideas módicas y del sonsonete zafio en que incurren los parnásides”.
Pero hay otro ruido que le caracteriza, y que no proviene del piano, la banda del quiosco o del disco para gramófono, ese eco era la resonancia callejera. Ramón atendió las habladurías de calle, los organillos de esquina, la conversación sin pedantería en las cantinas, el billar, las tertulias con comensales de antaño y las cafeterías.
Ramón murió un día 19, en el junio lluvioso de 1921. Sigamos la ruta secular: volvamos a la obra, desde “Suiza” a “La suave Patria”; de “Mi villa a Don de Febrero”; de “La sangre devota” a “El minutero”. Es oportuno recorrer la calle de Las Flores y esperar la corrida de los toros; escuchar las campanas parroquiales y mirar que el cielo es de un cobalto que sólo concede el Trópico de Cáncer.
Posdata
Ojalá en los próximos Premios Iberoamericanos Ramón López Velarde ya lo reciban dos tratadistas literarios del poeta: los escritores Armando Adame y Eudoro Fonseca, uno de San Luis Potosí, el otro residente en Aguascalientes.
Posdata 2
La batalla de junio de 1914, en Zacatecas, también tuvo múltiples derrotas. Éstas no se cuentan, para hacer brillar el oropel de algunos relatos. Un referente de la semana: conmemorar la hecatombe con “danzas folclóricas”, cuanta precariedad narrativa.