Ubicado a tan sólo unos 18 kilómetros de la capital zacatecana, Pánuco fue alguna vez el centro del florecimiento platero que caracterizó a la Nueva Galicia durante la época colonial, según refiere la cronista de dicho poblado, la maestra María del Socorro Cardoso Girón quien, como casi todos los cronistas del estado, no percibe sueldo alguno por su labor.
Pánuco está por cumplir 464 años de haber sido fundado un 1 de noviembre, pero de este dato parece ser que sólo su cronista se acuerda, pues nadie ha volteado a ver este pueblo de apenas mil habitantes, que en sus mejores épocas llegó a albergar a 16 mil colonos.
Sin Pánuco, no existirían Monterrey y Nuevo México, relata la maestra Cardoso, quien lamenta que los archivos parroquiales de su municipio se encuentren actualmente desperdigados. Por si fuera poco, este lugar no ha sido considerado dentro de la ruta del Camino Real de Tierra Adentro, declarada como patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco. Tampoco ha sido tomado en cuenta para convertirse en Pueblo Mágico, en parte por la ignorancia de la clase política.
Tras recorrer los 18 kilómetros que separan a Pánuco de Zacatecas, NTR Medios de Comunicación arribó a esta breve ciudad gracias a los buenos oficios del profesor Jesús Zúñiga Teniente. Doña Socorro Cardoso nos recibe en su vivienda, provista de ese encanto que caracteriza a las casas antiguas en cuyo corazón anida un huerto.
Lugar de residencia de don Cristóbal de Oñate y Diego de Ibarra, Pánuco aún ostenta en su primer cuadro la antigua parroquia que mandó construir de Ibarra, dedicada a la Virgen de la Victoria. Se trata de una fortaleza cuyo acceso está cerrado debido a su deterioro; sólo se puede entrar a una pequeña capilla que se encuentra en la parte frontal del templo.
A un kilómetro del pueblo se encuentran los vestigios de lo que alguna vez fue la hacienda de beneficio minero El Buen Suceso, donde alguna vez se molieron y lavaron toneladas de oro y plata.
Hoy, el sitio está saqueado: las 38 tahonas (discos grandes que antiguamente se usaban para moler el mineral) han desaparecido; los lugareños han aprovechado el abandono del lugar y se han llevado las piedras para hacer sus casas. Algunos han invadido parte del terreno.
El arroyo del Buen Suceso baja por el cerro; por muy crecida que esté su corriente, relata doña Socorro, jamás ha provocado inundaciones ni desastres. Pese a ello, hace tres años que el comisariado ejidal decidió construir una represa, con apoyo de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Dicha obra ha ocasionado que el agua se estanque y se ponga verde. No se observa aprovechamiento del vital líquido, dato que es confirmado por la cronista del lugar, quien además refiere que las aguas socavan lentamente los cimientos de la antigua noria, que aún se yergue en el lugar, junto al acueducto que alguna vez mandó construir don Diego de Ibarra.
A varios metros más acá, un antiguo muro fue construido alguna vez para resguardar a la hacienda de posibles ataques. En 1985, un alcalde de Pánuco le hizo un boquete inmenso a la pared, en busca de un tesoro que no encontró. Jamás reparó el daño.
Sucesivas administraciones municipales y estatales se han olvidado de Pánuco, que aunque alguna vez financió con sus riquezas todo el movimiento civilizador del Norte de México, ahora pasa inadvertido hasta para los zacatecanos.
Visitantes de Nuevo León y de Nuevo México, en cambio, no se explican tanta apatía hacia la cuna de quien fundó Nuevo México y fue su primer gobernador: don Juan de Oñate. Tampoco entienden el ninguneo local hacia el pueblo sin cuya existencia no existiría Monterrey.
Pánuco, sostiene la maestra Socorro Cardoso, fue el lugar donde la élite conquistadora española decidió asentarse; sus minas fueron las más importantes de toda la Nueva España, de modo que esta población nacieron personajes históricos que más tarde partieron a la conquista del Norte e invirtieron en proyectos mineros y de exploración de nuevas tierras.
Relata la cronista que a partir del siglo XIX comenzó a deteriorarse la hacienda del Buen Suceso; sin embargo, entre 1940 y 1950, “los habitantes de Pánuco se dan a la tarea de buscar azogue”, lo que aceleró el deterioro de dicha construcción, acota Cardoso Girón.
Cerca de 1950, una diferencia entre la diócesis de Zacatecas y la parroquia ocasionó que la primera se llevara los archivos parroquiales, con lo que privó al pueblo de gran parte de su historia, la cual se encuentra actualmente desperdigada entre Tacoaleche y la ciudad de Zacatecas, refiere la cronista.
Aunque en otros estados las antiguas minas fueron consideradas dentro de las zonas que son patrimonio cultural de la humanidad —como es el caso de Guanajuato—, en Zacatecas no fue así. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) dejó pasar la oportunidad por que se rescatara a Pánuco como una zona protegida, pese a su innegable papel dentro de la ruta del Camino Real de Tierra Adentro, señala Zúñiga Teniente.
Las autoridades estatales y federales también han pasado por alto la valía de este espacio, que bien podría ser Pueblo Mágico; lejos de ello, ni siquiera las agencias de viaje locales consideran dentro de sus rutas a este rincón tan lleno de historia, mermada lentamente por la corrosión de la ignorancia.