GENERAL FRANCISCO R. MURGUÍA. “El pueblo de Nieves está de luto por la muerte de Luis Ángel, Natalio, Irving Roberto y Alexia, y nos falta Valeria”, expresó el padre Adán, en la celebración eucarística de las 11 horas de este martes, en la que se dio despedida a los jóvenes encontrados muertos este domingo cerca de Genaro Codina.
La misa de cuerpos presentes se hizo en honor solo a los tres varones, debido a que Alexia, de quien se confirmó, es originaria de Río Grande, tuvo su misa hacia las 15 horas de este mismo día en ese lugar; sin embargo, el párroco de Santa María de las Nieves, ofició la homilía por los cuatro fallecidos.
Cientos de hombres, mujeres, niños y sobre todo jóvenes, atendieron al llamado de las campanas de duelo que; sin embargo, se escuchaban apresuradas, como si se deseara que nadie faltara a darles el último adiós a los tres muchachos que, dijeron los presentes, todos conocían en el pequeño pueblo que desde el sábado respira por cada rincón, tristeza y consternación.
Entre música de banda, llanto, que a veces acababa en gritos por parte de los familiares que así expresaban el dolor de tener que regresar “tan pronto” al Creador, a sus jóvenes, entre flores y globos blancos, pero, ante todo, una solidaridad manifiesta de un pueblo que aún expresaba incredulidad ante lo ocurrido, se realizó un sentido homenaje en la Plaza principal de Nieves a los fallecidos
La llegada de los cuerpos ocurrió varios minutos antes de que comenzara la eucaristía, lo que dio tiempo a la llegada de familiares y amigos que poco a poco abarrotaron la plaza y las inmediaciones de la parroquia, y luego, llenaron de inmediato el interior del templo para participar en una misa con un mensaje profundo dado por el sacerdote, quien conminó a los deudos a no guardar sentimientos de rencor ni dolor, pese a la tristeza.
Pidió, más bien que, aunque sea difícil, “conservar la fe y la esperanza y buscar a Dios, aunque se haya lastimado lo más profundo con estas muertes, pues la paz de Dios lo puede remediar. En medio de este dolor y tristeza tiene que brillar la esperanza; no nos enfermemos del corazón, ya que el proceso de curación se hace más pesado y se dificulta más cuando se busca la justicia con sentimientos de enojo o rabia”.
Expresó que la presencia de toda la gente, este martes, para darles el último adiós a Irving, Natalio y Luis, permitirá a los deudos consolar el alma y el corazón, si todos se unen en oración.
En su mensaje, también reprobó, a nombre de todos, estos acontecimientos de inseguridad y de injusticia, en la que “nuestros hermanos encontraron la muerte trágica”, que, lamentó, es parte de una realidad que se vive en todas partes. “Estos jóvenes tenían sueños, anhelos y hoy se comparte el dolor de ver partir esa alegría que los caracterizaba”.
Luego, pidió no dejar de orar por mantener cercanía con Dios, de quien todos tenemos necesidad “y pedir que devuelva la paz a nuestros pueblos y que mueva el corazón de esos hombres y mujeres que siembran el terror y la muerte y que no perdamos la esperanza de encontrar la paz”.
Al final de la homilía, los jóvenes en sus féretros gris y color café, abandonaron el templo entre una ola de aplausos. Luego, la música de banda tocó fuerte por más de media hora en el mismo lugar donde empezaron, la plaza principal, a manera de homenaje de todo el pueblo que abarrotaba el jardín y las inmediaciones del templo.
Los tres cuerpos comenzaron su último recorrido hacia su última morada en camionetas repletas de flores, y acompañados por un interminable cortejo fúnebre hasta el panteón municipal, con lo que se paralizó el día a día en esta cabecera municipal.
En el transcurso, unas madres atormentadas por el dolor, gritaban lo difícil que era entregar tan pronto la vida de sus hijos. “Me quitaron a mi Talo, me quitaron a mi niño”, se escuchaba en tanto, las olas de aplausos acababan sin quererlo en llanto que escurría sobre las mejillas.
Los jóvenes de Nieves fueron parte del cortejo que atiborró las calles y resguardó los féretros de sus amigos, primos, hermanos y familiares en todo momento. Sobre la caja de Natalio se colocó un casco blanco, que rezaba la leyenda, Ingeniero Natalio Torres, mientras alguien cargaba una cruz también blanca de madera bien diseñada.
El féretro gris de Luis Ángel fue cubierto a su vez de una bandera del Cruz Azul y un balón firmado por todos sus amigos y compañeros de futbol, al que era muy aficionado.
En testimonio, una mujer, con los ojos rojos por el llanto expresó que cada rincón de la cabecera municipal y seguramente también de las comunidades, “cada rincón, respira tristeza y consternación; hoy estamos tristes todos”.
Sobre las calles, rumbo al panteón, todos caminaban apretados. Chicos y grandes tapaban cada centímetro a su paso, entre mujeres que además se cubrían del apremiante sol con una sombrilla. Increíble resultó observar cómo cerca de 300 vehículos abarrotaron las inmediaciones del panteón, a donde llegaron todavía más, decenas de personas, tanto de la cabecera como de varias localidades.
Ahí, los amigos de los jóvenes mezclados entre sus doloridos familiares, corearon sus propias porras y brindaron por la despedida sin retorno; les reclamaron porque se van; lloraron su partida sin regreso y por la huella que dejarán en sus corazones en tanto, los más allegados lamentaban el silencio de las autoridades que ni siquiera un mensaje de condolencia emitieron.
“Ya nada tiene caso, ya no hicieron nada”, expresaban con el dolor que brotaba por todos los sentidos, mientras la banda, no dejaba de tocar cual fiesta, la última que compartirían con sus amigos, estudiantes y profesionistas asesinados una madrugada de sábado, en tanto esperan todavía, que aparezca Valeria, “nos falta Valeria”.