Don Toño y su hermano conocido como Lobo, regresaban de Jerez de García Salinas, de realizar una entrega de material de construcción, era entrada la noche del 1 de noviembre.
El paso que entronca con la carretera a Villanueva aún no estaba construido, así que tenían que circular forzosamente por el camino que pasa junto a la comunidad Malpaso y a unos metros del panteón de la localidad.
La oscuridad rodeaba el camión que, con las luces altas, alcanzaba a iluminar a centenas de personas que cruzaban la carretera de Malpaso al panteón. Don Toño aminoró la marcha a unos metros de la macabra peregrinación de gente envuelta en una niebla que les cubría exactamente hasta la cintura.
“Lobo, baja la ventana y asómate para ver cuánta gente es y cuánto tendremos que estar aquí parados – dijo don Toño a su acompañante”.
“No – respondió Lobo, con un temblor en la voz – es muy raro que haya tanta gente y nada de luz en el pueblo”.
En tanto, una mujer envuelta en un rebozo negro que le ensombrecía el rostro y solo unas pálidas manos asomaban por los extremos, se apeó junto al camión y dijo: “Lléveme a Zacatecas, allá me están esperando”.
Don Toño se asomó por la ventana y negó cumplir con la petición de la mujer, quien de manera insistente dijo: “a usted no le cuesta nada, lléveme”. Don Toño volvió a negarse.
Lobo brincó por encima de don Toño para asomarse y ver a la mujer, con el rostro pálido regresó a su asiento, antes de ajustarse el cinturón le dijo a su acompañante: “Toño, no tiene pies”, al ver por la ventana para constatar que la mujer flotaba a unos centímetros del suelo.
Al ver esto, don Toño pisó el acelerador sin importarle que cientos de personas estuvieran delante de su camión y, al pasar sobre ellas, la extensa peregrinación se difuminó en una densa nube de humo.