Re-evolucionarios
Además de ser una de las palabras favoritas de los rojillos, la Revolución es uno de esos tantos motivos que se celebran en México sin la estorbosa necesidad de andar cuestionando por qué se hacen las cosas.
Dicen que una vez alguien más dijo que ser joven y no ser revolucionario es hasta antinatural, aunque regularmente quien dice esas cosas es porque ya más bien se siente medio viejo y como se ha de suponer, poco revolucionario.
De cualquier modo, la revolución sigue considerándose una casi mítica actividad necesaria para pasar de un presente espeso a un futuro bonito y prometedor en el que todo sea más justo, una transformación, que como es de esperarse, hasta los adaptables partidos políticos toman de apellido para medio legitimar sus poco revolucionarios pero muy transformadores actos.
Otros de esos que piensan cosas y luego las dicen para que luego otros las repitan sin pensarlas mucho, dicen que México comenzó después de su Revolución, algo así como que antes no era tan México porque era quién sabe qué otra cosa diferente.
La cuestión está en que algo pasó en estos lares y por esos tiempos volvió a evolucionar un país que, aunque ya se llamaba México, permitió que ahora se volviera remexicano.
Lo interesante es que, como se trataba de un país bastante joven, naturalmente le salió muy bien la actividad para que luego la gente pudiera re sentirse tan parte de esas fronteras ideológico culturales, que hasta pudieran escribir cualquier tontería al respecto.
¿Qué sería de los mexicanos si no supieran que lo son? Ahora pareciera que ser mexicano y no festejar la Revolución fuera antinatural.
La Revolución se festeja desfilando unos detrás de otros sin decir nada y desde muy tempranito, marcando muy bien el paso y saludando sonrientes a las autoridades.
También se celebra con bailables y tablas gimnásticas al ritmo de algunas melodías revolucionadas, capaz que Bad Bunny también es reméxicorevolucionario y todavía no se ha enterado.
Que mejor si se trata de piezas folclóricas como La Adelita o alguna de esas que sí retratan bien los estereotipos mexicanos culturales.
Ahí andan los pequeñuelos falsamente bigotones con sus carrilleras y sus rifles de palo, emulando que andan muy bien armados para defender con sus balas a la justa y revolucionaria causa.
Pronta educación cívica, histórica y armamentística. No se diga de las pequeñas Adelitas disfrazadas con sus trenzas, listones y vestiditos de colores parecidas a las muñequitas oaxaqueñas, michoacanas o quien sabe de dónde, pero mexicanas, nomás reproduciendo tantito los estereotipos de género pero celebrablemente.
Las fiestas patrias, que no matrias, aportan identidad nacional, lo que sea que eso signifique. Permiten sentirse parte de un pueblo en el que se comparten, además de, por supuesto prejuicios contra otros pueblos, también actividades en común que hacen sentirse orgulloso de haber involuntariamente nacido cuando y donde se nació.
Por fortuna para algunos, a veces ni se tiene que trabajar esos festejables e identitarios días, porque gracias a algún suceso pasado lo bastante conmemorable, se puede ser lo que se es y no ser lo que no se es, que mejor que tener un día entero para poder re flexionarlo sin trabajar que es como mejor se reflexionan las cosas.
Actualmente y por fortuna, el país se encuentra en otra transformación, pero no como esa mentada revolución, sino como una nueva en la que ya no es necesario ser tan joven ni tan revolucionario para comer tamales y pozole en las mexicanas verbenas, después de haber orgullosamente desfilado porque así lo dispusieron las autoridades, esas mismas en contra de las que una vez se levantó el pueblo mexicano haciendo su Revolución.